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Anécdotas

lunes, 22 de septiembre de 2008

LA GALLINA Y LOS HUEVOS

Recuerdo que, cuando tenía unos ocho o diez años, el la escuela nos daban unos libros de lectura para niños en los cuales había un sin número de cuentos e historias que contenían moralejas muy importantes y que en alguna y otra ocasión y de acuerdo a las circunstancias me ayudaron a actuar sabiamente.

Una de esas historietas (lamentablemente no recuerdo el nombre del autor… al fin y al cabo a los chicos no le interesaba el nombre del autor, sino el cuento en sí) decía más o menos:

Había una vez una gallina que, entrando al corral para poner uno de sus diarios huevos, notó que en una esquina, casi escondidos había un nidal que parecía abandonado.

Ella conocía a todas sus compañeras gallinas y como veterana en el corral no recordaba que ninguna gallina hubiese puestos huevos en ese lugar tan inadecuado.
De todas formas, los pobres huevecillos y mucho menos las futuras criaturas que habrían de formarse no tenían la culpa que la madre no se ocupara del producto de sus entrañas, por lo cual decidió darles calor para que encubaran y nacieran sin dificultades.

Echose la gallina sobre los huevos para darles el calor necesario. Pasaron los días y comenzaron a nacer las criaturas. Pero ¡Sorpresa!. De dentro de los huevos comenzaron a salir culebras que, “más rápido que pronto” comenzaron a enredarse en el cuerpo y cuello de la gallina y en unos cuantos minutos aquélla, que había tenido un gesto generoso proveyéndoles vida, ahora moría “en manos” de aquellas a quienes había beneficiado.

La moraleja: “El que calienta huevos ajenos no cosecha nada bueno”

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