Discusión infructuosa

Regresaba, de un viaje largo, a mi casa. Llegué a la Terminal de ómnibus para regresar y como de costumbre fui a la boletería a sacar mi pasaje pero había varias personas delante de mi, por lo cual, tuve que llenarme de paciencia hasta que llegara mi turno. En la cola había dos personas delante de mi. Iban, venían. A veces se iba uno, a veces el otro y cuando ya le tocó el turno a uno de ellos, se enfrascaron en una discusión tremenda porque cada uno alegaba que estaba primero que el otro. El vendedor esperaba con paciencia para seguir su trabajo pero yo, cuando vi. la trifulca que habían formado me adelanté y compré mi pasaje. El de mas atrás hizo lo mismo. Mientras que los contendientes peleaban sin ponerse de acuerdo, ya que cada uno reclamaba la razón, uno tras otro de la cola iban pasando, compraban su boleto y subían al ómnibus.
Cuando estos tontos reaccionaron, uno de ellos cedió y le dijo: __¡bueno, acaba de comprar el pasaje!
Pero el vendedor les dijo: __ Lo siento, señores, pero acaban de terminarse los pasajes para este ómnibus, tienen que esperar dos horas para la salida del otro.


Este incidente me hace pensar en el tiempo que a veces pasamos discutiendo asuntos triviales, mientras que el tiempo pasa y perdemos el objetivo de la vida cristiana. El diablo nos enfrasca en la misma discusión de siempre: ¿quién tiene la razón?. Pero lo peor del caso es que el tiempo pasa, nunca nos ponemos de acuerdo y el objetivo primordial de las Iglesia: la evangelización y la edificación, se disuelven en idas y venidas que a nada aprovechan.


“”…ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza… ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen.-“ (1 Tim. 4:13-16)