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Anécdotas

lunes, 28 de diciembre de 2009

El poder de la Palabra

Esta anécdota se la oí a un predciador hace mucnos años atrás. Según él, este acontecimiento es real y nos ilustra la capacidad de la Palabra para transformare las vidas.

Él decía que en una ciudad (no recuerdo cuál) había un hombre que, como muchos, era adicto a las bebidas alcohólicas. Era un alcohólico como le llamamos a estas personas, que por desgracia son adictos al alcohol. Una tarde iba dando tumbos para su casa, después de casi un día en la cantina tomando. Pasando una calle, a la orilla de la banquina vió un pedazo de papel arrugado y ajado. Le llamó la atención, lo levantó, lo desenvolvió
y trataba de leer lo escrito, pero lo único que quedaba de este era la expresión: "Y dijo Dios..."
"Y dijo Dios", se decía él. ¿y qué dijo Dios?, se preguntaba. Cuanto mas leía, la pregunta le martillaba en le mente de tal forma que se dijo: Yo tengo que averiguar qué dijo Dios. Siguió caminano y se seguía diciendo: "Yo tengo que averiguar qué dijo Dios". Al doblar una esquina ve un Templo con la puerta entreabierta y a la primera persona que ve es al pastor que estaba orando a esa hora. Sin saludar apenas se dirige al siervo de Dios y le pregunta: ¿qué dijo Dios?.
El Pastor tomó el pedazo de papel arrugado, leyó y se dió cuenta de la inquietud de este hombre. Comenzó a hablarle de lo que Dios dij en relación a la condición caída del hombre, de Su amor por sus criaturas, de lo que Jesús hizo en la cruz por él, y antes de terminar de hablar este hombre fue quebrantado por el Espíritu de Dios, recibió a Jesucristo en su corazón y fué trasnsformado completamente.
"La Palabra había sido prosperada para aquello para lo cual había sido enviada".


NO hay otra forma de llevar al pecador a los pies de Jesús. Es la Palabra predicada fielmente lo que produce el milagro de la conversión.
Podrán crear y aplicar nuevas fórmulas, tratarán de adaptar el evangelio al mundo moderno, podrán hacer provisión a las gentes de todo lo que en lo material necesitan, PERO NADA DE ESO CAMBIA AL HOMBRE. Solo Jesucrito, "él es el mismo ayer, hoy y por siempre".

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