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Anécdotas

miércoles, 6 de enero de 2010

Cosas pequeñas grandes consecuencias

Hace alrededor de cuatro o cinco meses comencé a tener problemas mecánicas con el auto. (coche, carro). Cuando lo aceleraba, una de las palanquitas que ayuda en la inyección del carburador comenzó a trabarse y el motor quedaba acelerado de tal forma que tenía que apagarlo de lo contrario podía afectarse algunas de la piezas interna del motor. Después levantaba el capó y manualmente destrababa la palanquita y el auto quedaba funcionado bien. Me preocupé un poco y me dije:


_ Tengo que llevar el auto al mecánico para arreglarlo.


Pero el asunto es que, me acostumbré a resolver la situación de la forma mas fácil y de momento, de tal forma que comencé a dilatar el ingreso del auto al taller. Siempre que me pasaba el problema me decía lo mismo, pero nunca resolvía el problema a fondo, que al fin y al cabo me iba a costar muy poco.


En una oportunidad salí a una reunión de estudio bíblico a la cual había sido invitado para realizar una serie de estudios sobre un tema determinado. Llegué bien. Dí mis estudios y muy entusiasmado decidí volver a casa. Entré al auto, me acomodé, me coloqué mi cinturón de seguridad y como siempre arranqué el auto. Al acelerar para salir, de nuevo se trabó la pieza del acelerador y, automáticamente, el motor se aceleró en seco de una forma tremenda y como siempre, traté de apagar el auto, pero diferentemente a como siempre sucedía, la llave se trabó en el tambor de arranque y no hubo forma de apagar el motor.


Me desesperé. Parecía que el motor iba a echar los pistones, las vielas, etc, por el tubo de escape. Al ver esa situación, con al auto acelerado “a millón” decidí irme así mismo para la casa. Alrededor de 30 cuadras lleve el auto en esa forma y cuando entré por el portón, el auto estaba hecho una nube de humo, hasta que pude apagarlo. Pero llegó y no volvió a arrancar. Lo tuve necesariamente que llevarlo a taller. Cuando el mecánico desarmó el motor, bielas, aros, cojinetes, etc. se habían hecho trizas. En fin, me salió alrededor de 7 mil pesos el hacerle el motor nuevo.


Lo que al principio comenzó con algo pequeño, lo pequeño que no se rectificó a tiempo, lo pequeño que hubiera salido barato y fácil si a tiempo se hubiera arreglado, me costó sumamente caro y trajo incomodidades personales y familiares por no tener un vehículo para resolver nuestros asuntos.


Esto me recordó una lección:


Aquellos problemas de carácter, aquellas “pequeñas debilidades” con las cuales nos acostumbramos a convivir, aquellos pecadillos de los cuales nos damos el lujo de mantener, mas tarde o mas temprano han de producir graves consecuencias en nuestra vida espiritual, si a tiempo y con dedición no las rectificamos.


“Cazadnos las zorras, esas zorras pequeñas, que destruyen las viñas, nuestras viñas en cierne”. Cantares 2:15

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