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Anécdotas

lunes, 7 de noviembre de 2011

La peineta y la cadena

Ayer domingo, en la reunión, el Pastor predicó un hermoso mensaje, dentro del cual mencionó el tema del amor extremo. Para ilustrar la idea describió una anécdota muy linda que, realmente, expresaba el pensamiento que él quería transmitir a la congregación.

 Cuando llegamos a casa, le estuve comentando a mi esposa sobre la ilustración y le manifesté que nunca la había escuchado en boca de ningún predicador ni de nadie. O sea era la primera vez que la oía y realmente habló a mi vida.

Mi esposa me dijo:

 __ Esa ilustración yo la conocía ya, la he oído dos o tres veces.

__ Pues yo nunca la había escuchado, le respondí. – Le respondí.

 De todas formas los dos coincidimos en que la ilustración fue muy al punto y que tenía una enseñanza profunda para todos. La ilustración  o anécdota dice así:

 “Había un matrimonio, ya de cierta edad, que se amaban mucho, a tal extremo de, si era necesario dar su vida por el otro, lo hubieran hecho sin dilación.

 Ellos acostumbraban a pasear frecuentemente por el centro de la ciudad, se entretenían mirando a las gentes, saludando a sus amistades y mirando las vidrieras de los diferentes comercios. Llegaron a la vidriera de una joyería, se detuvieron, y él, mirando una hermosa cadena de oro para reloj de bolsillo, pensó en lo ideal de esa cadena para su reloj. Él poseía uno de oro, muy valioso. Le tenía afecto porque era un regalo de su padre, que antes de morir, quiso dejárselo como recuerdo exclamó:

 __ ¡Ah….. ¿Quién tuviera dinero  para comprar esa cadena para mi reloj?

Siguieron caminando, y la esposa se detuvo ante la vidriera de una tienda donde vendían artículos variados de mujer, y se fijó en una peineta de nácar con incrustaciones de piedras preciosas. Ella tenía un pelo largo, muy  hermoso y dijo:

 __ ¡Ah…. ¿Quién tuviera dinero para poder comprar esa peineta para mi cabello?

 Siempre que pasaban por esos lugares, se detenían, recreaban su vista, emitían el deseo y seguían de largo, como algo inalcanzable para ellos.

 Pasó el tiempo y ya estaban para celebrar sus 25 años de casados. Cada uno anhelaba regalarle al otro algo que valiera la pena, no importaba lo que valiera, con tal de hacer feliz a su cónyuge.

 __ ¿Qué haré para regalarle la peineta que tanto ella añora?, tengo muy poco dinero, no me alcanza para comprarla.

 Estaba meditando esto cuando vino una idea a su mente y se dijo:

 __ Ya sé lo que haré: venderé mi reloj, y así tendré dinero suficiente para comprarla.

 Dicho y hecho. Vendió su querido reloj, compró la peineta a la que  colocaron en su cajita, la envolvieron en un hermoso papel de regalo con una cinta rosada y la guardó hasta el día del cumpleaños de bodas.

 Por otra parte, la esposa estaba sufriendo, porque quería regalarle la cadena de oro para el reloj de su querido esposo y no poseían dinero para comprarlo.

 __ ¿Qué haré?. Quisiera regalarle a mi esposo la cadena que tanto añora y no tengo un centavo.

 Pensando ella, en medio de su sufrimiento, en qué hacer, “se le prendió la lamparita” y se dijo:

 __ Ya sé que hacer. Iré a la peluquería, me cortaré mi cabellera y la venderé, y con ese dinero le compraré la cadena de oro para el reloj de mi esposo.

 Dicho y hecho. Fue a la peluquería, se cortó el cabello, se compró un gorro para mujer, vendió la cabellera, y con el dinero compró la cadena. Mandó a colocarla en su cajita, mandó a envolverla en papel de regalo, le colocaron una cinta dorada, y la guardó para el día del aniversario.

 Ese fue un día hermoso para ellos. Llegó la hora de entregarse los regalos. El le entregó la peineta, pero ya no había pelo para colocarla.  Ella le entregó la cadena, pero ya no había reloj para colocarla. Dos regalos que simbolizaban un acto de renunciación mutua para hacer feliz al otro, aún cuando los regalos no pudieron cumplir con su cometido.

 Enseñanza:

 El amor es desprendido. Así fue el amor de Dios para nosotros, entregó lo máximo que él tenía: Su Hijo. Ahora él está esperando la renunciación voluntaria e incondicional de nosotros para corresponder a ese amor con que nos amó.

 El amor da lo mejor.- No había otra cosa de mayor valor que Su hijo, Él está esperando lo mejor de nosotros como correspondencia a su calidad de amor.

 El amor, siempre busca lo mejor para el otro. Dios siempre está preocupado por nuestro bienestar. ¿Buscamos, nosotros, el bienestar de Dios por medio de nuestra santidad de vida?








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