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Anécdotas

lunes, 22 de septiembre de 2008

DESICIÓN SABIA

De la vida real.

Mi padre no era perfecto pero sí tenía una virtud que lo engrandecía y era su generosidad. Sin embargo esta virtud siempre estuvo controlada por el sentido común y nunca se dejó llevar por una aparente necesidad.

Recuerdo que en una oportunidad llegó a mi casa un hombre pidiendo dinero.

-- Para qué necesitas el dinero. – Le preguntó mi padre

-- Tengo cuatro hijos y no tengo que darle de comer.—Le respondió el sujeto

-- ¿Cuánto necesitarías para comprar comida a tus hijos? – Preguntó mi padre

A lo que el hombre le respondió. – Solo veinte pesos, Señor.

Bien, -dijo mi padre- , vamos al almacén y yo te compraré lo necesario para que des de comer a tus hijos.

¡Oh, no, Señor, yo necesito el dinero, yo compro la mercadería.

No, -- le replicó mi padre – vamos al almacén y yo te compraré lo que tus hijos necesitan.

El hombre no sabía que hacer y, por fin, dirigiéndose nuevamente a mi padre y con una actitud de enojo le contestó:

-- Bueno, Señor, quédese con su dinero, yo pensé que usted era un buen hombre.

Este señor, le dio la espalda y se fue rezongando.

Cuando mi padre y yo quedamos solos le pregunté:

-- Papi, si usted tenía el dinero, ¿por qué no se lo dio?

Hijo, -- me dijo – el olor a alcohol que salía de su boca me hizo ver que este hombre no quería el dinero para su familia, sino para satisfacer ese vicio que lo domina.
Siempre que vayas a dar mira a quién das y hazlo con sabiduría. No te lleves por las apariencias, debes siempre hacer el bien pero mira primero a quién.


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