De la vida real
“Dios ensalza al los humildes, pero humilla al altivo” La Biblia
A principios de la década de los 60, mi esposa y yo, recién casados, fuimos a vivir a una ciudad de Cuba llamada Nuevitas. Ésta es un puerto de mar al norte de la provincia de Camagüey. Allí vivimos por espacio de cuatro años pastoreando una Iglesia. Entre los feligreses, recuerdo que había un señor el cual pertenecía a una familia de hermanos a los cuales le apodaban “los Planeta”.
“Los Planeta” tenían un problema y una virtud. El problema era que sus capacidades mentales estaban disminuidas, especialmente para el estudio, y esto cooperaba que sus conceptos de higiene y porte no estuvieran bien definidos. Consecuencia: por regla general andaban mal vestidos y a la vez algo menospreciados por la sociedad.
La virtud era que Dios les dotó con una capacidad tremenda para la cerrajería. Necesariamente, cuando alguien en el pueblo tenía un problema con la cerradura de la puerta, en quien primero pensaban era en “Planeta” y ”Planeta” siempre tenía la solución para la cerradura, para el candado trabado, etc, etc.
Uno llegaba al “taller” de “los Planeta”, que no era mas que un tinglado pequeño, y en la pared lo que uno veía eran alambres colgados: mas gruesos, mas delgados, mas cortos, mas largos, y uno se preguntaba: -- ¿Y esto es un taller de cerrajería?. Realmente, aquello era irrisorio.
En una oportunidad el Banco de la ciudad no pudo abrir sus puertas al público a causa de que la caja fuerte principal se trabó y no había forma de abrirla. Figúrense, aquella puerta era casi una mole de acero. Varios pasadores aseguraban la puerta y no respondía ni la clave numérica con la cual estaba programada ni a la cerradura de llave.
-- Y ahora, ¿qué vamos a hacer? -- Dijo el gerente del banco a los preocupados empleados.
-- Mandemos un aviso a la Oficina Central en la Habana para que nos envíen a algún experto cerrajero para abrir la puerta de la caja fuerte.
Efectivamente, así lo hicieron. A los dos días se apareció una comitiva de cinco expertos en cerrajería para darle solución a aquél problema que ya afectaba el funcionamiento interno del Banco.
Los instalaron en un hotel. Por supuesto, gastos pagos, buena comida, buena bebida, buena paga, etc.
Comenzaron a trabajar. Un día, dos días y al tercer día trabajando infructuosamente a uno se le ocurre decir:
-- Vamos a tener que buscar un soplete de oxígeno para cortar la parte de la cerradura, porque la trabazón que tiene no hay nadie que la destrabe.
Figúrense, meterle soplete a una puerta de acero, compleja y costosa, era un problema mayor. ¿de dónde iban sacar otra puerta semejante.
-- No, no, eso no… -- dijo uno de los empleados.
-- Y que remedio das, porque no hay otra cosa que hacer. -- Respondió el gerente..
-- ¿Por qué no mandamos a buscar a “Planeta” a ver si puede hacer algo? -.- replicó el empleado.
Con tono burlesco y despreciativo respondió el gerente: -- ¡Qué planeta ni planeta, si una comisión de expertos no ha podido hacer nada en tres día, ¿qué va a hacer Planeta con su sarta de alambres!
-- Bueno, el probar no cuesta nada, si pudo, pudo y si no, hagan lo que ustedes
quieran. – le respondió el empleado.
Entre dichos y redichos, al fin cedió y mandó a buscar a Planeta. Apareció Planeta. Aquél hombre entra en el Banco. La alambrearía colgando de la cintura. Los empleados expectantes. Los peritos en la materia sentían que aquello era una burla para ellos. Planeta se para frente a la “mole”. Dicho sea paso, primera vez que entraba a un banco, primera vez que veía una caja fuerte de aquellas dimensiones. Planeta contempla la puerta, la revisa, mira por el orificio de la llave hacia el interior. No se veía nada, estaba todo oscuro por dentro. Toma una caja de fósforos para alumbrar por el orificio, saca un alambre, lo introduce por el orificio, no sirvió, toma otro mas largo y mas grueso y sigue hurgando por dentro. Seis minutos duró la intervención de Planeta. Cuando sacó el alambre, palanqueó la manilla de la puerta y en presencia de peritos, del gerente y empleados, abrió la caja fuerte.
¡Para qué fue aquello!. Las gentes que estaba contemplando el espectáculo quedaron asombrados, y los “peritos”…, humillados y avergonzados… tuvieron que agarrar sus matules e irse de vuelta como “el perro con la cola entre sus patas”.
-- ¿Cuánto le debemos? – le pregunto el gerente.
-- Cinco pesos – le contestó Planeta.
Planeta se fue feliz con sus cinco míseros pesos, el gerente sacó barato la solución de un problema y los peritos, después de haber pasado cinco días de “trabajo”, fueron remunerados en La Habana “por la labor tan eficiente que habían hecho”. ¿qué les parece?.
Tres lecciones saqué que este incidente:
Primero: Me acordé de lo que la Biblia enseña. “Antes, lo necio de este mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte y lo vil de este mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, para que nadie se jacte en su presencia” 1 Cor. 27 al 30
Segundo: La injusticia del mundo. Se aprovecharon de la inocencia de una persona discapacitada mentalmente. ¿No hubieran obrado con justicia si le hubieran pagado a Planeta lo justo, ya que él era incapaz de discernir la calidad del trabajo hecho?
Tercero: Por regla general, la gloria se la lleva el vivo, y con la miseria se queda el tonto.

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lunes, 22 de septiembre de 2008
LOS PLANETAS
Publicado por
El pastor Luis E. Llanes
en
15:31
Etiquetas: De la vida real: Los Planeta
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