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Anécdotas

viernes, 26 de diciembre de 2008

El hilito de agua

De la vida real...

He escuchado el dicho siguiente: “Cualquier cosa puede faltar, menos el agua”. Hasta cierto grado es real, porque entre los elementos vitales para la subsistencia del hombre esta el agua. Sin agua, la vida sería completamente imposible. Esto se nota en menor grado, cuando por cualquier desperfecto, cortan el suministro de agua y por las canillas (grifos, llaves) no sale ni una gota de ese líquido tan preciado. ¡Cuánta incomodidad acarrea esa situación.

A propósito, recuerdo que por allá, por la década de los 70 vivíamos en la Habana, en un barrio importante llamado La Víbora. Todo marchaba bien, hasta que una mañana, mi esposa, al levantarse e ir al baño, notó que lo que echaba la cañería era un hilo de agua. Preguntamos a algunos vecinos en relación a esta situación a lo que nos contestaron que en sus casas ni una gota de agua salía por las cañerías.
Bueno, todos pensamos que, como otras veces el suministro de agua se regularizaría y en poco tiempo vendría nuevamente el líquido vital.
De todas formas, nosotros nos dimos a rellenar y llenar cuantas vasijas teníamos, con el hilito de agua que salía por nuestra canilla y a la vez ahorrarla Y administrarla para que nos alcanzase.

Pero, pasó todo ese día y nada. Prendimos la radio para ver si se decía algo al respecto, y nos enteramos que se había producido una rotura de envergadura en las tuberías maestras, que se habían reventado por diferentes lugares y que la reparación llevaría unos días. Por la radio, tratando de traer sosiego a la población, dijeron que los camiones tanques se encargarían de suministrar el agua barrio por barrio para que los hogares tuvieran lo necesario, mientras se subsanaba el problema.
Durante todo ese día, y días subsiguientes, las tremendas colas que se formaban ante los camiones tanques eran terribles para poder, en todo caso, retirar dos baldes de agua por persona.

Como todavía teníamos el hilito de agua que salía por la llave del vertedero que daba al patio, tratamos de aprovecharlo al máximo, para no tener el trabajo de pasarnos horas y horas esperando que nos tocara el turno y retirar el agua. Pero el abasto de agua por medio de los camiones tanques no era suficiente y eso complicó más la situación. Oíamos a los vecinos protestar, a las madres con los niños preocupadas, pero nosotros todavía teníamos el hilito de agua, el cual, con paciencia pero seguro llenaba las vasijas que se iban vaciando por el uso.

En esa situación ¿qué hacer?. Si le brindábamos agua a los vecinos aledaños, eso se iba a saber y otros venderían también. Si el agua se nos terminaba ni ellos ni nosotros. Pero nos daba lástima la situación de los vecinos. Nosotros estábamos pastoreando la Iglesia allí, la casa quedaba detrás del templo, los vecinos del fondo y los que vivían en el segundo piso que, justamente daba para el patio, verían el movimiento y también se sentirían con derecho a la ayuda. Como la única entrada a la casa era por el templo pensamos: ¿Qué se formaría cuando el tumulto de gentes viviera a buscar agua de un hilo que no se sabía cuanto iba a durar. Pero, decidimos compartir la bendición del hilito. Primeramente los vecinos del fondo y la planta alta, bajaban los baldes con sogas y abajo eran recibidas, llenadas y subidas nuevamente. Los otros entraban por el frente y justo, como pensamos enseguida la voz se corrió y aquellos fué apoteósico.

Lo irónico de la situación era, que ninguna de aquellas gentes había pisado nunca los umbrales del templo, eran gentes ateas y rebeldes al evangelio, y ahora yo los veía entrar y salir con su agua, ver suplida su necesidad, justo en el lugar que ellos repudiaban. Realmente fue un milagro. Durante la semana que duraron las reparaciones, en la única casa donde brotaba ese hilo de agua era en la nuestra. ¿Cómo?. Humanamente no sabemos, pero Dios tenía un propósito con aquello. La necesidad humilló el orgullo de muchos. Dios los obligó a ir allí, justo donde ellos nunca hubieran ido sino hubiera sido así.
Por lo menos, aquel problema sirvió para echar abajo parte del prejuicio de muchos en relación a la Iglesia.

Tomé ese incidente como una parábola de la vida real para extraer una verdad espiritual. El hombre, en su necesidad espiritual tiende a despreciar la solución que Dios le brinda para satisfacer sus necesidades espsirituales, pero solo encontrará satisfacción y solución en Jesucristo, la fuente del agua de vida que fluye para siempre.

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