Vivíamos en Nuevitas, provincia de Camagüey, Cuba. Casi recién salidos del Instituto Bíblico. Hacía poco que nos habíamos casado e ido a pastorear la Iglesia en esa ciudad. Realmente vivíamos cómodos en aquella caserona dejada a nuestro cuidado por los pastores anteriores que habían viajado a USA. Ella americana y él cubano, Hilda Refky y Andrés Román, dos siervos de Dios que dieron un impulso notable a la Iglesia en Cuba.
Realmente la idea de salir de Cuba nunca me satisfacía. Siempre pensé que Cuba sería, definitivamente, el campo único de trabajo en la obra de Dios, y de vez en cuando así se lo manifestaba a mi esposa Melba. Pero, como dice el dicho: “Una cosa es lo que piensa el borracho y otra el bodeguero”. En cierta oportunidad comencé a sentir algo en mi corazón: salir a la obra misionera a América Latina. Lo llamativo del caso es que USA no me llamaba la atención, a pesar de que la avalancha de cubanos, entre ellos creyentes comunes y pastores, engrosaba el tumulto de emigrantes de la Isla Caribeña.
Pero cómo decírselo a mi esposa. Siempre recalcando: “yo no salgo de Cuba”, y ahora, de buenas a primeras: “Me voy para América Latina”.
Esta idea persistía, pero yo, callado.
Corría el año 1965. Un día, incidentalmente, comenzamos a hablar de la obra misionera. La conversación fue tomando y matiz de seriedad y en un momento oportuno le declaré a mi esposa el sentir que yo tenía. ¡Cuál fue la sorpresa que me llevé, cuando ella me expresó que ella también hacía tiempo que venía sintiendo lo mismo, pero que no se atrevía a decírmelo, porque sabía cual era mi sentir en relación a salir de Cuba y para que no le dijera que ella estaba loca, callaba. Lo cierto es, que desde ese momento comenzamos a orar seriamente por ese asunto y comenzamos a hacer trámites. Decidimos comunicar oficialmente al Hno. Eolayo Caballero, Superintendente de la Obra en Cuba en aquellos momentos, sobre nuestra decisión, lo que hicimos en una visita que nos hizo a nuestro hogar. Como pensábamos que la salida era inminente, escribimos a amigos en el exterior pidiendo cooperación para llevar a efecto este plan.
Entre las personas que le escribimos estaba la Hna. Catlin Belknap. Esta hermana había sido misionera por mucho tiempo en Cuba, pero realmente no nos conocía muy bien, pero justo, en ese momento en que ella recibe la carta, estaba de visita en su casa la Hna. Luisa Walter y ella le pregunta a Luisa que si nos conocía a nosotros. Luisa le contesta que sí, que nosotros habíamos sido alumnos de ella cuando estudiábamos en el Instituto Bíblico Pentecostal en Manacas, LV. Cuba, entre los años 58 al 62, y fue ahí donde Luisa nos recomendó, lo que motivó que la Hna. Catlin se interesara por nuestro proyecto, lo cual nos lo hizo saber cuanto antes.
Lo cierto es que, comenzamos a hacer los trámites para que a su vez la hermana pudiera conseguir nustras visas. Posteriormente nos comunicó que Uruguay iba a ser el campo misionero donde iríamos a trabajar, noticia que nos agradó e incentivó para seguir adelante en los trámites. Pero cuando las cosas habían tomado forma y que parecía que ya todo se iba a dar, todos los países de América Latina rompieron relaciones diplomáticas con Cuba y quedó frustrado nuestro proyecto.
No nos quedó otra que detener el proceso, pero entendimos que, aunque Dios nos había llamado, sin embargo, no era el tiempo todavía. A veces nos equivocamos entre lo que es el llamamiento y lo que es el ser enviado. Para ellos hay dos tiempos diferentes, en el primero, el tiempo presente, para el segundo, el tiempo futuro. Sin embargo no nos desesperamos sino que comenzamos el proceso de una paciente espera, hasta que Dios abriera las puertas en tiempo y forma y para el lugar preciso hacia el cual él nos enviaría.
No nos detuvimos en nuestro trabajo para Dios. Pastoreamos diferentes Iglesias en Cuba. En la ciudad y en el campo, grandes y chicas. A Dios le plugo pasearnos en las diferentes esferas del ministerio. Juntamente con el ministerio pastoral, paralelamente, desarrollamos un ministerio de enseñanza a través de la Isla y por diferentes medios.
En lo personal y paralelamente, ocasionalmente, un ministerio directivo.
Los años pasaban y nada sucedía. Comenzaron a venir los hijos. Primero Alba Lys, después Luis Daniel, posteriormente Olga Lidia y por último Pablo Elías. Nuestros hijos crecieron bajo el influjo de esa visión que Dios nos había dado, y en ellos se encarnó esa misma visión, de tal forma que ellos se sentían parte de un equipo familiar con la misma proyección y el mismo propósito.
Orábamos a Dios por los nuevos trámites, pedíamos a Dios confirmación. Recuerdo que, en nuestro tiempo devocional familiar, pedíamos que Dios nos hablara por medio de su Palabra y siempre Dios tenía la misma respuesta: “Yo tengo el propósito de sacarlos, pero todavía no es el tiempo”
En el año 1980 fuimos a pastorear la Iglesia de Ciego de Ávila, Camagüey. Una noche, estando nosotros en nuestro dormitorio y en presencia de Alba, la hija mayor, comenzamos a charlar sobre nuestra salida del país. Estuvimos hablando alrededor de diez o doce minutos y yo le decía: Esta intranquilidad que tenemos, no será que Dios quiere que no nos olvidemos de sus planes con nosotros y comencemos nuevamente a hacer un nuevo intento por salir?. ¿Será el tiempo de Dios para que salgamos?.
Concluimos la conversación, fuimos a dormir.
Al otro día, por la noche, media hora antes que el culto comenzara, fui al templo a orar. Entré por la puerta trasera a un cuarto de oración, de ahí por una puerta interior a un amplio salón, lugar de culto. Justamente, cronometradamente, cuando entro al salón, una hermana de la Iglesia que vivía en el extremo opuesto de la ciudad. Hermana sencilla, servicial, pero no sobresalaiente como otros ministerios dentro de la Iglesia. Justo, en esos momentos entra la Hna. Ida y cuando me ve, con voz fuerte, con convicción, levanta su mano derecha y señalándome, me dice: Pastor, tengo palabra de Dios para usted.
Sentí el impacto del Espíritu de Dios dándome testimonio de que algo él tenía para mi. En ese instante, entramos a la oficina. Yo estaba de pie en ángulo recto a la izquierda de ella. En esos precisos instantes el Espíritu de Dios viene sobre la Hna. Ida, me tomó por el brazo derecho, sus dedos se engarfiaron en mi carne y parecía que me iba a partir el brazo de la presión que ejercía. Comenzó a hablarme diciendo: Siervo mío, siervo mío, anoche, en tu dormitorio, hablaba con tu esposa diciendo, será el tiempo de salir. Yo quiero decirte que yo te voy a sacar del país. Cuando lo haga te voy a sacar con brazo fuerte. Pero todavía no estas preparado para lo que yo quiero hacer contigo afuera. Vas a pasar por sufrimientos y dificultades pero no temas, yo voy a estar contigo… etc, etc…”. Durante 10 minutos estuvo Dios hablándome sobre la salida y recalcaba, “no es el tiempo”.
De la fecha que por primera vez comenzamos a sentir el llamado misionero hasta ese momento había pasado 17 años y Dios me decía: “Tu no estas preparado, no es el tiempo”. Esta experiencia ocurrió seis años antes de nuestra definitiva salida del país.
En esos siete años pasamos por experiencias diversas. Unas buenas, otras malas, Pero todas contribuyeron a la consumación del plan de Dios para nuestra vida familiar y ministerial. De Ciego de Ávila, pasamos a la Isla de la Juventud, después pasamos a la Habana capital, de ahí a San Francisco de Paula. De San Francisco fuimos a vivir en Primer Paso, Minicipio de Nueva Paz, La Hanma. Estando en San Francisco de Paula, a mediados del año 86 pastoreando la Iglesia, recibimos la visita del Hno. Huberto Martínez Sabó, quien fungía como Superintendente de la Iglesia Nacional en aquel tiempo. En esa visita nos comunicó que el Comité Ejecutivo de la Iglesia había acordado hacerme cargo de la creación y puesta en marcha de un sistema de enseñanza para la formación de los ministerios nacionales que se adaptara a las circunstancias por las cuales estaba pasando la Iglesia en aquellos momentos, (sobre este aspecto puede indagar en: alballanesedisub.blogspot.com).
Para este trabajo nos trasladamos para las instalaciones de la Iglesia de Primer Paso. Para esto, mi esposa Melba, mi hija Alba y yo, formamos un equipo familiar para dar comienzo a los primeros pasos en la creación de este edificio. Hecho que, a pesar de todos los inconvenientes y limitaciones que teníamos, pudimos concretar, por la gracia de Dios, y por la la unión de esfuerzos y capacidades de toda la familia. De esta forma pudimos colocar, en manos de la Iglesia una herramienta poderosísima, que se convertiría en la estrategia clave para la preparación de ministerios y el mantenimiento de los frutos derivados del gran avivamiento que Dios envió a Cuba a finales de la década del 80.
Cuando el EDISUB (Estudios Dirigidos de Superación Bíblica) echó raíces y quedó funcionando de una forma estable, nos llegó la invitación de la Iglesia Argentina para venir a trabajar en la Obra acá. Lo que nos había costado tiempo, trabajo, larga espera de tantos años, en seis meses Dios lo resolvió.
Para nuestra salida de Cuba hacia la Argentina Dios tuvo que hacer varios milagros: Primero: No teníamos dinero para sufragar los gastos de pasajes para siete personas. Para esto Dios utilizó a un querido hermano, amigo y pastor, hno Hugo Vidal, quien propuso al Secretario de Misiones Foráneas para América Latina Lorenzo Trplett, que era necesario que nosotros saliésemos del país. De esta forma Dios suplió la plata. 2do. Las visas. La Iglesia aquí en la Argentina hizo las gestiones de las visas para lo siete de familia, las cuales fueron concedidas con carácter permanente. Ésto último, muy importante. 3ro. Liberación del Servicio Militar de Luis Daniel, nuestro hijo mayor.
Esta liberación, de por sí misma es todo un milagro y un testimonio tremendo que es imposible relatar aquí; pero Dios cruza sobre todas las barreras humanas para llevar a cabo su voluntad y fue liberado providencialmente. 4to. Pablo Elías, que en un año mas cumplía la edad para el servicio militar. Así que, las gestiones tenían que concretarse antes de ese tiempo, de lo contrario él no podría salir. Bueno, Dios fue fiel y antes de que llegara esa fecha pudimos concretar nuestra salida. 5to. Mi esposa Melba, justo en ese tiempo, sufrió un ataque de pancreatitis aguda hemorrágica que la puso al borde la la muerte. Pero Dios fue bueno una vez mas y la levantó. Aunque hizo el viaje convaleciente de su enfermedad todavía, pero pudo viajar en tiempo y forma. 6to. En el aeropuerto tuvimos algunos inconvenientes todavía. La seguridad del estado de Cuba, nos hizo una requisa de los equipajes, portafolios y carteras. Nos sacaron todo lo que eran papeles, estudios, todo elemento que ellos pensaban que nos iba a ser útil fuera del país, ellos lo sacaron. Estudios bíblicos y teológicos, también. Los títulos de nuestras respectivas carreras. El dinero que llevaba lo requisaron también, $50.00 (dólares). Si no es porque tenía el comprobante del banco se hubieran quedado con ellos. Los documentos de inmigrantes concedidos por la Embajada Argentina en Cuba, trataron de quitárnoslos, pero no pudieron a causa de que eran sobres sellados con lacra por un a nación extranjera. Fue Alba, la que les llamó la atención sobre ese detalle no tuvieron otro remedio que dejárnoslos. Fue toda una lucha espiritual para impedir nuestra salida en tiempo y forma, pero Jesucristo venció y cuando nos vimos en el avión, dábamos agracias a Dios porque él hace las cosas como quiere y no hay quien se le oponga.
Pero no estábamos en Argentina todavía, y ahora viene el 7mo. Y último milagro: Cuando fuimos a sacar los boletos, no pudimos sacar los pasajes directo a la Argentina. Tuvimos que hacer escala en Perú. Allí estaba el Hno. Bruno Frígoli esperándonos. Nos recibió muy amorosamente, y como antes dos días no volábamos hacia la Argentina, nos llevó al un Hostal, (Casa de Huéspedes) donde fuimos alojados los siete, porque se me olvidaba decir que mi suegra viajó con nosotros también. Allí fuimos atendidos excelentemente y con mucho amor y paciencia del matrimonio Frígoli.
Llegó el día de seguir para la Argentina. Nos levantamos temprano para tomar el avión. Hicimos la fila, nos tocó el turno a nosotros, presentamos los boletos. Pero ¡sorpresa!. La empleada de Cubana de Aviación en la Habana, no informó a la compañía aérea que nos llevaría a la Argentiona nuestro trasbordo a la fecha y hora estipulado en los boletos. Consecuencias, tuvimos que quedarnos dos días mas en Perú. Pero lo que parecía ser una molestia, se convirtió en un tiempo de bendición y alegría, porque prediqué en una Iglesia, conocimos varios lugares de Lima, etc.
Pero, ¿cómo salir de Perú?. Los boletos estaban pagados, pero no había cupo para los siete hasta muchos días después. Cada día que pasara, eran días que permanecíamos ilegales en el país. 400 dólares por día y por cada uno.
Pero Dios es fiel y sale en auxilio de sus hijos. La dueña del Hostal donde estábamos alojados era muy amiga de del presidente de la Compañía aérea. Al darse cuenta de la problemática nuestra, llamó por teléfono al su amigo y le dijo: “Fulano, aquí tengo una familia cubana que hace cuatro días tienen que viajar a la Argentina. Tienen los boletos
comprados desde Cuba, pero en Cuba no le ratificaron su vuelo desde Perú. Si eres mi amigo, tienes que resolverle la situación”. La respuesta fue positiva. Al otro día
el Hno Frígoli pasó a buscarnos para llevarnos al aeropuerto. Hicimos la fila, los siete primeros que estaban en la lista de la computadora eramos nosotros. Nos dieron el visto nuevo y a tomar el avión.
Cuando pasamos por la aduana, se presentó el problema. - Ustedes hace dos días que están ilegales en el país, debe pagar 40 dólares por cada uno y por cada día que pasaron.- Nos dijo el contralor. Figúrense, $560 dólares. ¿de dónde?.
El Hermano Frígoli, comenzó a abogar por nosotros.
- ¿quién es usted? - le preguntó el Jefe de la Aduana..
- Yo soy misionero y los represento a ellos. Le contestó Frígoli
- Muéstreme sus credenciales – le replicó al aduanero
Cuando Frígoli fue a buscar en sus bolsillos los documentos, todos se les habían quedado en su casa. Las lágrimas le salieron y salieron de sus labios una palabras que jamás se me olvidarían: - ¡Qué mal ministro de Jesucristo soy ! (claro, que, esta fue el sentimiento que lo invadió en ese momento, pero lo cierto es que, ciertamente era un buen siervo y fiel ministro de Jesucristo).
Otras cosa que no se me olvidará jamas fueron sus lágrimas, por nuestra causa.
Pero las lágrimas y el quebrantamiento también son utilizadas por Dios para hacer milagros. El aduanero al ver aquello, dijo: - Bueno, bueno, que se acaben de ir. Y con la misma, los siete, al poco rato, ya estábamos en el avión rumbo a Buenos Aires.
Cuando llegamos a esta tierra argentina, nos estaba esperando en el aeropuerto el Hno. Roky Grams (director del IBPR). Fue la primera cara que vimos. Nos llevó al Hotel Waldorf, en el cual estuvimos tres días, después de lo cual, el Hno. Pastor de la Iglesia de la Boca, José Manuel Carlos nos llevó a la casa que, definitivamente, sería nuestra residencia durante el tiempo que vivimos en Buenos Aires.
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jueves, 5 de febrero de 2009
Cómo salimos de Cuba
Publicado por
El pastor Luis E. Llanes
en
17:45
Etiquetas: Testimonios de fe: 7. Cómo salimos de Cuba
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