Allá, por entre los años 1977 y 80, estábamos pastoreando la Iglesia en Santiago de Cuba. Hacía ya varios meses que no llovía, y las autoridades estaban por anunciar el estado de emergencia provincial a causa de las consecuencias negativas que ya estaba generando esa situación. La Ciudad de Santiago de Cuba, segunda capital de la Isla, se surtía del agua de un embalse muy grande llamado Charco Mono y el caudal del agua estaba en el mínimo. El agua era distribuida cada tres días y durante dos horas por secciones.
Esto quería decir que, las familias tenían que tener en sus casas suficientes vasijas para surtirse del agua durante ese tiempo y ahorrarla al máximo para no quedarse pasando necesidad de este líquido vital en la vida diaria.
La situación llegó a tal extremo, que las autoridades anunciaron que Charco Mono, para recuperar el nivel de agua anormal, tendría que recibir lluvia continua durante ocho meses seguidos.
Ese domingo, durante la reunión nocturna, los hermanos pidieron oración para que Dios enviara agua urgente para resolver la situación. En ese momento, en un acto de fe les lancé un desafío a la Iglesia y les dije: Hermanos, ¿cuántos creen que si oramos a Dios, en esta noche misma Dios puede hacer llover sobre Santiago de Cuba?. Los hermanos levantaron sus manos en señal de fe. Hicimos la oración de acuerdo a la necesidad y como el Espíritu Santo nos indicaba y seguimos alabando a Dios.
Pero un hermano de la congregación, creyendo que Dios había contestado, salió para ver como estaba el cielo. Cuando salió de su casa, el cielo estaba limpio, sin vestigios de nubes ni lluvia. Al salir del templo, levantó su cabeza y vio como nubarrones de agua se levantaban y viendo la inminencia de la lluvia torrencial que se avecinaba entró y me dijo: Pastor, ya comenzó a lloviznar.
Despedí la congregación para que todos fueran a tiempo para sus casas, no pasaron veinte minutos, cuando ya estaba lloviendo torrencialmente. Justo, solo el tiempo reñido y necesario para que los hermanos no se mojaran.
El agua comenzó a caer entre 10 y 10 y cuarto de la noche. Estuvo lloviendo consecutivamente y sin parar 8 horas. Era torrencial el agua que caía.
Al otro día, en las noticias, informaron que en las ocho horas de lluvia había caído el agua de ocho meses, que Charco Mono se había desbordado y que quedaba resulto el problema de desabastecimiento de agua de la ciudad.
Quizás alguno diga que fue casualidad. Nosotros decimos que fue causalidad. La causa: la oración ferviente del pueblo de Dios que pidió que lloviera y llovió. La historia de Elías se repitió, e hizo, llover sobre justos e injustos. LA GLORIA SEA PARA ÉL.

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jueves, 5 de febrero de 2009
Llovió sobre Santiago
Publicado por
El pastor Luis E. Llanes
en
17:41
Etiquetas: Testimonios de fe: 6. Llovió sobre Santiago
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