Llegamos a San Rafael a principio de diciembre del 89. Realmente, cuando mirábamos hacia atrás teníamos que reconocer la gloria de Dios en la vida familiar, su poder, su bondad y su cuidado. Pero teníamos que enfrentar un futuro que no sábiamos que nos depararía. Ese fin de año no fue muy alagüeño, recién llegados, con pocos recursos y todavía sin trabajos estables para los muchachos. Una familia de siete pesonas, “caídas del árbol como el durazno”, en un lugar desonocido, sin conecciones, sin amistades todavía, sin familiares a los cuales acudir. Rodeados de casas y gentes, pero la soledad, la nostalgia y cierto sentimiento de impotencia nos invadía en aquellos momentos. Cada día contábamos en el “hoy”, el pasado se había ido, el mañana estaba por llegar.
Nuestro consuelo, ayuda y ánimo estaban en Dios. Ese tiempo de oración familiar en el cual, unidos, clamábamos a Dios, fue desicivo para que Dios moviera su mano a favor nuestro ayudándonos y sustentándonos como a Israel en el desierto.
Pasó el mes de diciembre sin nada extraordinario. Pasó enero, febrero, y entramos en el mes de marzo... ¡qué marzo!... inolvidable. Todas las reservas ya se habían terminado, tanto de dinero como de mercadería. Esa mañana, nos levantamos, mi esposa calentó agua y colocó dentro de un jarro grande el último saquito de te que quedaba como recurso alimenticio en la casa. Repartió el te, sacó la porción de Tribilín, el perrito mascota de la casa, y nos dijo: - Oremos porque esto es lo último que no llevamos a la boca hasta que Dios supla.
Esa mañana convoqué a toda la familia a orar juntos para que Dios obrara. No teníamos nada de nada, pelados, vacíos, sin recursos, pero con una confianza inquebrantame en Dios. Sabíamos y estábamos convencidos y confiados, que el mismo Dios que había hecho tantos milagros para sacarnos de Cuba, el mismo Dios que había hecho tantos milagros para traernos a San Rafael, era el Dios que nos iba a sacar de aquella situación. No sabíamos cómo o cuándo, pero él se glorificaría.
Nos metimos todos dentro del cuarto desde temprano. Allí clamamos, allí pedimos. Algo que me animó mucho fué la oración que hacía mi hija Alba con lágrimas en sus ojos:
- Señor, te damos gracias por pasar esta prueba, gracias porque tu eres fiel, gracias porque tu tienes la solución.
Pasamos toda esa mañana orando, llegó el medio día y seguíamos orando. Más o menos a la una de la tarde, tocan a la puerta y... como un resorte, todos nos levantamos y salimos corriendo a la puerta de entrada. Abrí la puera y lo primero que vi fue un señor que había desmontado de un “taxiflet”, una caja grande y me dice:
- ¿Luis Llanes?.
- Sí.- Le contesté.
- Firme aquí.
Me entrgó la caja, la subimos en la mesa. La abrimos y... ¡sorpresa!. Primero una carta que decía:
- Hermano Llanes: Hace una semana que he estado sientiendo una carga muy grande por ustedes. Dios puso en mi corazón hablar con el Hno. Roky Grams para levantar una ofenda de amor a favor de ustedes entre los estudiantes de IBRP y a la vez enviarles alguna mercadería. Recíbalo en nombre del IBPR y que Dios los bendiga.
La hemana Cecilia Marty, en aquel entonces ayudante de los misioneros y bibliotecaria del IBRP, había sido una de las hermanas que, desde el principio de haber llegado a la Argentia se identificó con nosotros y de la cual tuvimos el apoyo de su amistad incondicional. Todavía, a estas alturas, y a pesar de que ha pasado mucho tiempo, conservamos, mas que una mera amistad, un vínculo de familia.
Bien, cuando terminamos de leer la carta buscamos dentro de la caja y había todo tipo de mercadería para varios días. Cuando vimos aquello dimos gracias a Dios y enviamos carta de agradecimiento al IBRP por aquella ofrenda. Posteriormente, personalamente, pudimos testificarle a Cecilia, las circunstancias por medio de las cuales estábamos pasando cuando recibimos la ofrenda.
Al ver la respuesta tan precisa de Dios elevé una oración que mas o menos decía:
- Señor, te pedimos encarecidamente, que no nos pruebes mas con hambre. Con el hambre y la escacés que pasamos en Cuba, con esa basta.
Este ha sido una oración que Dios ha contestado también a través de los mas de 20 años que llevamos en Argentina. Dios ha sido fiel supliendo, diariamente todas nuestras nececidades y sacándonos en victoria de las situaciones mas difíciles.
Ahora, cuando llega Marzo, solo queda el recuerdo de una prueba, pero sobre todo el recuerdo de la bondad y cuidado de Dios hacia una familia que supo experimentar Su poder en su vida en ese momento crítico.

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viernes, 6 de febrero de 2009
Marzo mes para no olvidar
Publicado por
El pastor Luis E. Llanes
en
14:01
Etiquetas: Testimonios de fe: 8g Marzo - mes para no olvidar
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