En medio de un bosque espeso se erguía, orgullosamente un alto y saludable árbol maderable, que, por sus años era conocido de todo el mundo. Un tronco descomunal, ramas gruesas y fuetes, follaje tupido y verde eran las cualidades de este rey vegetal que se ufanaba por su belleza exuberante.
Un día apareció un leñador buscando, justo, algo así como éste, porque quería que construir un juego de muebles que adornara la casa nueva que había construido. Llega el leñador. Comienzan los hachazos, hasta que el coloso verde cayó bruscamente al suelo.
Cuando este monstruo vegetal se ve en el suelo comienza a gritar:
-- ¡Qué haces conmigo! ¡Aquí soy el rey, aquí me siento bien, aquí soy reconocido por todos…! -- Porque tu estas destinado para otro propósito mas amplio, y aquí no lo puedes cumplir.
Con la misma comenzó a cortar las ramas.
-- ¿Por qué me cortas el follaje que por tanto tiempo me ha dado belleza y atracción?. Preguntó, indignado el árbol.
-- Porque eso no me sirve para el propósito. Respondido el leñador.
Con la misma es encadenado y acoplado a un tractor. Se siente arrastrado hasta un aserradero y allí lo colocan sobre las rodaderas que lo llevan directo a la sierra. Siente como los dientes filosos del disco metálico cercenan sus costados sacando cuatro tapas, que son tiradas al montón de desperdicio.
-- ¿Por qué sometes a este doloroso proceso? ¿No te vasta con haberme desmantelado de toda mi belleza y atractivo y ahora me dejas complejamente cuadrado. ¡Ya no me parezco a lo que era!. Protestó, lo que había sido un árbol majestuoso.
-- Porque todo eso sobra y no me sirve para el propósito. Le contestó el leñador
Con la misma el leñador lo lleva a otra máquina donde el tronco, cuadrado ya, es trozado en piezas de diferentes tamaños y grosores.
-- ¿¡Qué pretendes conmigo, me has despojado de toda mi gloria, me has llevado toda la honra, y ahora me conviertes en varios trozos de madera!?
-- Porque cuadrado no me sirves para el propósito, le contestó el leñador.
Fueron trasladados los trozos de madera para la carpintería, donde el leñador coloca en el torno cada parte del árbol trozado, y el cincel es hendido en cada pieza trozada. Saltan los desperdicios aserrín y polvo de mader sobrantes y salen gritos de angustia:
-- ¡Estás destruyéndome, no entiendo nada!
-- Porque todo eso sobra y no me sirven para mi propósito. Le contestó el leñador
-- Espero que ya, con lo que me has hecho tengas para tu propósito. Le contestó no ya, un árbol frondoso y altanero.
-- Todavía no he terminado contigo, ten paciencia y espera. Ahora necesitas suavidad. Sé dócil y entenderás después. Le contestó el leñador.
Sin entender nada, las partes torneadas pasaron a la lijadora, donde el polvillo fino volaba por el aire. De vez en vez el leñador pasaba sus dedos sensibles sobre las partes lijadas. Cuando sentía alguna aspereza, volvía al proceso, hasta quedar en condiciones de seguir su obra.
Tomó en sus manos amorosas todas aquellas partes torneadas y pulidas, las llevó a la mesa de carpintería y comenzó el proceso de armazón.
-- Ahora, en este punto es que comienzo a hacer algo nuevo contigo.
Ya fuera por que no lo quedaba otro remedio, reducido a simples piezas, dócilmente, cada una se coloca en las manos del carpintero, y este comienza a llevar a efecto su propósito con lo que una vez fuera un titán en el bosque.
Cada pieza es colocada en su lugar, comienza a tomar forma la obra maestra del leñador, y ahora como carpintero, construye un juego de comedor. Mesas y sillas.
No solo las partes se correspondían mutuamente, sino que sillas y mesa conformaban una unidad de propósito destinado a un fin específico en el plan del carpintero.
-- ¡Por fin!, dijo el ex árbol.
-- No, todavía no estás preparado. Necesitas gracia y atracción, pero ahora, para mi propósito y plan contigo. Necesitas barniz y brillo; entonces estarás preparado para servir en mi casa. Contestó el carpintero.
Con la misma, el carpintero, toma barniz y pincel, comienza a dar lustre a sus muebles; toma la pulidora y suavemente comiza a frotar en cada parte, en cada hendidura, en cada filo, hasta que cada mueble quedó deslumbrante, listo.
-- ¿Ya terminaste conmigo?.
-- No, todavía, te falta ubicación. La carpintería no es tu lugar.
El carpintero trasladó para su casa los muebles hechos por sus propias manos y le dijo:
--Te construí para que cumplieras mi propósito en mi casa, te hice “para servir, no para ser servido”.
Cuando aquél juego de muebles fue colocado en el centro del comedor, relucía, brillaba, se sentía con un objetivo. Todo el que llegaba preguntaba, ¿Quién lo hizo?. Y el carpintero, satisfecho decía: YO

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viernes, 29 de mayo de 2009
El carpintero y el árbol
Publicado por
El pastor Luis E. Llanes
en
11:41
Etiquetas: Imaginarias pero con moraleja: El carpintero y el árbol
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