Charlaba con un compañero de estudios, allá en Cuba, hace varios años atrás. Hablábamos acerca del tema de la fe. Esa palabrita tan pequeña, que la pasamos inadvertida en el transcurso del día, tan pequeña que muy fácil es de perder en medio de la turbulencia de las pruebas; pero por sobre todas las cosas, pequeña, pero difícil de entender sus mecanismos y alcances.
Me contaba que, en la clase de Biblia que dictaba un profesor a la clase de adolescentes, les explicaba a sus alumnos acerca de la necesidad de la fe para obtener de Dios todo lo que Dios tenía para ellos, comenzando por la salvación.
Uno de sus alumnos le preguntó:
-- Profesor, como es posible que Dios le dé algo a una persona mala por el hecho de que tenga fe y una persona buena que no tenga fe, no recibe nada.
El profesor estuvo mas de media hora explicando, entre debate y debate, pero infructuosamente.
Por regla general los alumnos buenos y aplicados se sientan en las primeras bancas de la escuela, los más traviesos en la parte de atrás. Desde esa posición tienen dominio de toda la clase y siempre están pensando en qué hacer a los que están delante para molestarlos. Uno tira una tiza a la cabeza de otro, mientras el profesor está de espalda escribiendo en el pizarrón. Por consecuencia vienen las quejas, pero, como pasa siempre, nadie fue.
Usando esta problemática de la clase, surgió una idea en la mente del profesor. Ni tonto ni perezoso, se sacó de su muñeca el reloj pulsera que portaba. Era un reloj muy valioso y para él iba a ser un sacrificio lo que iba a hacer, pero con tal que ellos entendieran los mecanismos de la fe, levantó el reloj en alto y dijo a la clase sorpresivamente:
-- El que de ustedes quiera mi reloj, venga aquí y tómelo, se lo regalo.
Más rápido que corriendo, uno de los chicos de atrás, el peor de todos, se levantó sin vacilar, corrió adelante y le arrebató, delante de los ojos escépticos de los buenitos, el reloj que el profesor ofrecía al que lo quisiese.
-- ¿Qué te impulsó a venir adelante y tomar mi reloj? . Le preguntó el profesor al chico.
-- Porque yo sabía que usted no estaba mintiendo, por eso no vacié.—Contestó al chico.
-- ¿Por qué ustedes que están delante y mas cerca de mi no vinieron? – Preguntó el
Profesor.
-- Porque pensábamos que usted no hablaba en serio, creíamos que era una broma. Contestó uno de ellos.
Eso es lo mismo que pasa con Dios y nosotros, no son los buenos ni los malos, sino los que le creen a Dios recibirán su salvación. Esto es fe, creer que lo que Dios dice es verdad.
Mientras el profesor les hablaba, los otros alumnos se lamentaban por el hecho de que el mas malo de la clase fue el que se llevó un reloj de oro delante de sus ojos.
“De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros en el reino de Dios, porque vino Juan en el camino de justicia y no creísteis; en cambio, los publícanos y las rameras le creyeron . Pero vosotros, aunque visteis esto, no os arrepentisteis después para creerle” (Mateo 21:31-32)

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viernes, 12 de junio de 2009
EL CHICO TRAVIESO Y LA FE
Publicado por
El pastor Luis E. Llanes
en
7:13
Etiquetas: De la vida real: El chico travieso y la ve
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