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Anécdotas

domingo, 20 de septiembre de 2009

El libro prestado

En una ocasión, siendo estudiante del Instituto Bíblico, le pedí prestado un libro a un compañero que cursaba el tercer año. Lo necesitaba, yo sabía que él lo tenía y me decidí a pedírselo. Al otro día tenía que entregar un trabajo al profesor.

Me miró sonriente y me dijo:

__ Escucha, Luís, te voy a dar un consejo. Cuando alguien venga a pedirte un libro no lo prestes, porque por regla general, el libro no regresará a tus manos.

Realmente no entendía mucho lo que me decía, pero por la respuesta que me dio no esperaba que me prestaría el libro. Pero siguió hablando y me dijo:

__ Te voy a hacer una historia:

El padre, doctor en medicina, llamó a su hijo a la biblioteca para charlar con él. El muchacho estaba para graduarse también de la carrera de medicina; el padre, viejo ya, sabía que a él le quedaba poco tiempo y quería darle los últimos consejos.

__ Hijo, ya estoy para morir, y me muero con la satisfacción de verte hecho un doctor.
Pero quiero decirte algo. Ves todos estos libros que ocupan los estantes de esta biblioteca, cuando alguien te pida uno de estos libros que pronto has de heredar, no prestes ninguno.

El hijo, extrañado por aquél consejo tan tajante le preguntó:

__ ¿Por qué padre?

A lo que le contestó su padre:

__ Porque todos estos libros son prestados.

Cuando mi compañero terminó de hacerme la historia, yo me iba a ir de su lado desesperanzado, pero el me dijo:

__ Espera, no te vayas, yo te voy a prestar mi libro. Pero recuerda, ¡que mi libro no vaya a ser el primero de tu futura biblioteca!.

En cuanto terminé de usarlo, “más rápido que corriendo”, le devolví el libro a mi compañero.

Moraleja: LAS COSAS PRESTADAS A LOS TRES DÍAS CLAMAN POR SU DUEÑO





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